De tardes ardientes proviene tu deseo llamado boca y aquella mirada tatuada en mi espalda
me quema en luz que se superpone a sus ansias de asfixiarme. La lucha interna le está derritiendo en cera ardiente, luego lloran las pieles al sentirse latentes en fuego que arde pero que no mata.
Tú, habitante de las profundidades que reina entre la razón y lo que no tiene sentido, sigues raspando nuestras delgadas pieles, lastimando y hundiendo los malsanos pensamientos que habitan solo en esta dimensión, en sus propias mentes.
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